El ritmo frenético de vida que
llevamos nos impide en muchas ocasiones compartir pequeños momentos con
nuestros seres queridos. Gestos cotidianos que con el paso de los años han ido
perdiendo el ritual al que antes estaban sometidos. Uno de ellos es comer.
Ahora cada cual se sienta a la mesa cuando puede o cuando tiene hambre y en
muchas ocasiones solos.
Dejando claro y por anticipado
que cada uno come cuándo y cómo quiere me gustaría darle importancia a
compartir este momento. Alrededor de la mesa se puede disfrutar de grandes
viandas, de humildes manjares, de buena conversación y experiencias
irrepetibles, porque esos pequeños recuerdos nos acompañarán a lo largo de la
vida.
Además comer en familia socializa,
enseñamos a nuestros hijos hábitos saludables y buenos modales que no aprenden
alimentándose frente a un televisor, les escuchamos y compartimos con ellos sus cosas
importantes: con quién jugó, la larga jornada de cole que han tenido…pero
especialmente nos regalan sus sonrisas, su eterno cariño.
En ocasiones es imposible comer
siempre con ellos pero cada vez que se pueda los psicólogos y los endocrinos recomiendan
sentarse con ellos a la mesa. Y si son de estadísticas aquí las tienen. Los
niños que comen en familia al menos tres veces en semana disminuyen en un 32% el riesgo de padecer un trastorno
alimentario y en un 15% la posibilidad de ser obesos, según la SEEN, la
Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Pero es que además, los
menores que comen solos ingieren menos verdura y fruta fresca. Y se decantan
por productos industrializados como la bollería.
Lo reconozco, yo soy como una
gallina clueca a la que le gusta tener a todos los polluelos alrededor, para mi hacer de
comer es un gesto de cariño, de mimo para honrar a quien se siente en la mesa
de mi humilde cocina. Con hambre o no procuro sentarme cada día junto a mi
pequeña, saber si el potaje o lo que le haya preparado le ha gustado. Y
prepararle con mimo en el fin de semana algún plato especial.
Ella desde pequeña ha disfrutado
de la cocina, de mayor quiere ser testadora, vamos algo así como Crítica Gastronómica.
Hoy ya se maneja entre fogones. Utiliza la Thermomix con precisión e incluso se
marca algún que otro invento con el que pone a prueba nuestro estómago. No me
puedo quejar yo también torturé a mi hermano y a mi abuelo. Les preparaba unas
tortillas de cubitos concentrados que eran incomibles, pero ellos se las
terminaban, champiñones con vinos e incluso uvas guisadas…pero nunca hubo
gastroenteritis ni úlceras. Sólo un pequeño accidente cuando explotó un bote de
leche condensada a estilo bomba. Aún hoy me pregunto cómo el dulce de leche que
estaba haciendo llegó a esquinas imposibles por las leyes físicas
Mi pareja ya me conoció con
kilómetros de experiencia, pero he de decir que no le añade a nada mayonesa.
Siempre dicen que tras una boda esta salsa se convierte en la reina de la
cocina, por eso de bajar los platos incomibles…su mayor queja es que se pone a
dieta y le preparo tartas…desconsiderada de mi
Y retomo el tema que me voy por
los cerros de Úbeda, comer en familia es un hábito saludable. Pero comer
incluye hacer la compra y preparar los alimentos con ayuda de los niños.
Por su salud, para evitar el
colesterol, la obesidad e incluso la hipertensión….
Les dejo una de esas recetas con
las que empecé mis andanzas en la cocina
Champiñones al vino.
Ingredientes.
Champiñones frescos una bandeja o
en su defecto dos latas de conserva
Aceite
Ajos
1 vaso de vino tinto
Tomillo
1/2 Cubito de caldo
Dorar los ajos en el aceite añadir
los champiñones y sofreír, Añadir el vino tinto, las especies y el cubito de
caldo dejar cocer a fuego medio durante 10 minutos.
¿Sencillo ehh?
Interesante reflexión e interesante blog. Creo que ya estoy enganchada. Gracias por compartir estas cosas que nos sirven para llenar el estómago y el alma.
ResponderEliminarSeguiré tus consejos!